Mi hija tiene diabetes

8/31/2006

Los días de hospital

El debut diabético obliga a pasar unos días en el hospital. Hay varios factores que determinan cuánto tiempo dura la hospitalización, como se ha debutado, como se estabilizan los niveles de glucemia, la existencia o no de patologías añadidas a la diabetes y la autonomía que en la administración del futuro tratamiento adquiera el paciente y sus familiares. En mi caso la hospitalización duró cuatro días (del 14 de agosto al 18 de agosto). Ciertamente el debut se manifestó en una de sus formas más graves, pero se estabilizó pronto y tanto la niña como su madre y yo adquirimos la destreza suficiente como para llevar con ciertas garantías el tratamiento. En verdad debo decir que los facultativos no me forzaron en pedir el alta, pero a la mínima oportunidad creímos oportuno que la niña volviera a su casa (y no me arrepiento de la decisión). Me recordó mucho al momento de su nacimiento. Tienes apoyo de las enfermeras y de los médicos, pero más pronto que tarde te encontrarás sólo ante la situación. Mejor afrontarlo antes que después. Es como cuando te decides a ponerte pedales practicables en la bicicleta, no hay que retrasar su uso (igualmente no te arrepentirás de su uso). He insistido que su debut se produjo con un cetoacidosis diabética, por lo que la niña no sólo tenía que ponerse insulina, sino que se tenían que equilibrar sus iones y la deshidratación que presentaba. En definitiva, la pequeña tenía varias bombas de flujo, las consiguientes vías y por tanto tubos. Así dos días que le impedían autonomía de movimiento (adquirió una habilidad en orinar en la cuña admirable). Lo curioso es que no observé que se quejara de esta situación en ningún momento. Rápidamente se retiraron las vías y empezó la administración de insulina por vía subcutánea. El mismo día que comenzó la administración una enfermera me animó a efectuar mediciones de glucemia y poner insulina. No se debe rechazar la oportunidad por miedo, hay que hacerlo aunque al principio te tiemble todo. Yo ya tenía alguna experiencia por haberme administrado inyecciones contra trombos durante una lesión en un tobillo, pero no es necesario ser un experto, la técnica se aprende rápido. Mi hija cuando me vio con el vial (inyección) me dijo que cómo se lo iba a poner si yo no era médico. Mi respuesta fue rápida, como no soy médico no puedo diagnosticar, pero aprendiendo la técnica le puedo poner una inyección. En ese momento la vía de administración era el brazo. No es recomendable experimentar en otros lugares como la barriga o los glúteos. Al día siguiente la niña se ponía ya insulina en la pierna. En este caso fue fácil, ya que mi hija tiene 8 años y un nivel de madurez importante. Con niños más pequeños la cosa debe ser más complicada. El día 16 de agosto ya empezaron las clases en el Hospital de Día de endocrinología. De hecho todavía no hemos acabado la formación. En otro momento comentaré cómo se ha desarrollado esta fase fundamental del proceso. La eliminación de vías, le facilitó más autonomía a la pequeña y, por tanto, hacer más vida “social” al hospital. Allí descubrió que el mundo “no es de color de rosa”, y eso no es en sí malo, permite al niño superar su etapa de “duelo” al ver que hay cosas todavía peores que la suya. Yo ya hace tiempo que eso lo sabía (por razones profesionales conozco centros de enfermos psíquicos profundos), pero no está de más recordarlo. Las plantas de hospitalización de hospitales infantiles, son tal vez los lugares más desagradables y siniestros del mundo. Si la enfermedad ya es algo cruel, cuando se ceba en niños la cosa se endurece más. Ver una pequeña de apenas cuatro meses que en un fin de semana ha sufrido más de 30 ataques epilécticos no es algo apto para pieles sensibles. Por eso no acabo de comprender la falsa humanidad de los que se van a “salvar niños” adoptándolos en el tercer mundo (aprovechándose de estructuras corruptas o de estados fallidos prácticamente anárquicos que faciliten los trámites de adopción) haciendo un exhibicionismo notorio de su carácter de padres adoptivos (no hay que ser muy listo detectarlo cuando ves a dos padres blancos blanquísimos con un bebé negro negrísimo). Si su aspiración teleológica es mejorar condiciones de vida de los más débiles, no es necesario ir al Congo, la salida 10 de la Ronda o la carretera de Cerdanyola a Horta ofrece lugares dónde es posible colmar la vocación. No me perderé en otras observaciones coadyuvantes y me centraré en el tema. La comida del hospital es correcta, de carácter terapéutico pero correcta. Pero hay una especie de maldición que persigue a los hospitales de la red pública de salud, y es el ensañamiento que tienen con los familiares acompañantes, que en la mayoría de los casos son fundamentales para el cuidado de los enfermos. Y lo digo por la manía de no poner una cama o camastro o litera que permita pasar unas horas en posición horizontal y seguir condenándolos a pasar la noche como si estuviera en una clase turista de un vuelo de bajo coste. Las autoridades sanitarias deben corregir esta situación, aumentarían la satisfacción de los usuarios o clientes del sistema. La hospitalización de un niño le permite a éste vivir unos reyes o papa noel fuera de temporada. No es bueno reprimirlo, bastante ha sufrido ya. Hay que permitir que, dentro de un límite, los abuelos, los tíos y los amigos, los mimen y los agasajen de regalos. Son protagonistas y como tales merecen ese reconocimiento por medio de presentes materiales e inmateriales. Esto es como todas las cosas, en su medida y con fronteras claras es bueno y necesario. El 18 de agosto le (nos) dieron el alta hospitalaria. A partir de ese momento la diabetes era (en gran medida) cosa nuestra.

8 Comments:

  • At 10:59 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Cateto, un privilegio poder leer estos post y recomendarlos a quienes les va a hacer mucho bien. Ánimo, les deseo lo mejor. Gracias y un abrazo.

     
  • At 2:27 p. m., Blogger Bartleby said…

    Cateto; por fin podemos volver a leer su blog. Realista y austeramente emotiva su crónica hospitalaria. Una invasión de vida. Ayudará a muchos, empezando por los que, de momento, no tenemos motivo para la clínica.
    Saludos cordiales, Bartleby.

     
  • At 2:33 p. m., Blogger Bartleby said…

    Por cierto, ya que su antiguo blog sigue en obras, he pensado en vincular éste en el mío con el nombre de "El ilustrado Cateto". Si no tiene inconveniente.
    Saludos, Bartleby.

     
  • At 9:25 a. m., Blogger Bremaneur said…

    Ánimo, Cateto. Un abrazo.

     
  • At 3:23 p. m., Anonymous Anónimo said…

    Sólo puedo imaginar lo que se siente en momentos así. Mi hija tiene 6 años.
    Su hija tiene mucha suerte con el padre que le ha tocado. Ánimo y a luchar que ellos se lo merecen.

     
  • At 9:07 a. m., Blogger asshur said…

    Un abrazo y muchos animos. Y un beso para tu niña
    Se lo que estas pasando. Me has hecho recordar "mis" meses en Neonatos ... los niños lo asumen todo con naturalidad, nosotros, no tanto.

     
  • At 9:05 a. m., Anonymous Anónimo said…

    Un abrazo Cateto
    Si todos los niños tuvieran la suerte de tener un padre como usted, "conseguir la felicidad" no tendría razón de ser en ningún Está-tutú.

    Una hija valiente, digna de su padre.

     
  • At 7:09 p. m., Blogger * - El [xi.. [ i ] ..ki] sA - * said…

    Me parece genial que, tanto la niña como los padres, lo hayáis tomado con fuerza, es muy importante.

    Pero, si me permites un consejo... trata de llevarlo todo con mucha normalidad, cuidando su diabetes pero sin agobiar, dejando con el tiempo cierta independencia a la niña en el cuidado de su diabetes, sin hablar a todas horas de diabetes (a no ser que sea la niña la que hable) y, sobretodo, no preocuparse más de lo necesario prohibiendo demasiadas cosas innecesarias ;)

    Atentamente,

    Elisa Gallego Garcia, 16 años (diabética desde los 11).

     

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